No veo nada.
Desgasto mis suelas hasta el amanecer.
Respiro.
Huele a sudor, a vodka, a sexo.
Escucho como algunas lenguas se enredan,
se entrelazan y se anudan para siempre.
Manos traviesas levantando faldas.
Miradas vacías que no dicen nada.
Y ahí estoy yo ajena a todo y a todos.
Abrazando a mi vaso más fuerte que
a cualquier amante.
Y es que me siento invencible.
Ahí. En el centro del tumulto.
Bailando mi canción favorita.
Sacudiendo el pelo a cámara lenta.
Sintiendo todas las miradas.
En otra realidad paralela.